Déjeme dar un paso atrás. Para muchísimos la tecnología es
una especie de caja negra. Algo que puede ser muy útil, algo que podemos
comprar en el mercado, que contiene la promesa de una gran competitividad.
Pero, si no entendemos adecuadamente qué cosa es la tecnología y como es su
impacto en la estrategia, malamente podremos usarla estratégicamente.
Partamos de una base. Tecnología quiere decir: los métodos
que nos permiten crear un producto o desarrollar un servicio. No es sólo la
electrónica. No es sólo el cómputo. Hay tecnología prácticamente en todo lo que
se puede comprar o vender. Alguna es tecnología avanzada: por ejemplo la "Light-Fi”,
una tecnología experimental que se supone que sustituirá al Wi-Fi con grandes
ventajas en cuanto a la cantidad de información que se puede transmitir por ese
medio. Otras, pueden ser consideradas como tecnologías tradicionales. Por
ejemplo, el modo de fabricar quesos. Aunque, aún en un campo tan tradicional
como ese, con tecnología que probablemente tiene más de 5000 años de
existencia, todavía hay la posibilidad de grandes desarrollos a través de la
biotecnología.
También hablamos de tecnología dura, es decir, la que genera
productos tangibles. Una “Tablet” es una tecnología dura. Un nuevo proceso químico es una tecnología
dura. Pero también hay tecnologías blandas. Nuevos procedimientos. El software.
Que no están expresados en un producto sino en un conjunto de instrucciones, procesos
y actividades.
También es importante entender que en el tema de la
administración tecnológica hay distintos grados de sofisticación y que, de
alguna manera, son acumulativos. Es decir, muchas veces no se puede llegar a
los niveles más avanzados si no se ha pasado antes por los niveles básicos.
En el nivel más básico está saber comprar la tecnología.
Parece sencillo, pero es impresionante el número de empresas que todavía
compran tecnología sin un proceso riguroso de selección y sin considerar cuál es
la más adecuada para sus condiciones. De hecho, hay compañías que al adquirir
tecnología avanzada que no es la que les resulta adecuada, pierden
competitividad.
En el siguiente nivel está: saber usar la tecnología. Es
frecuente que muchas empresas compren una tecnología excelente, pero no tienen
las capacidades necesarias para sacarle todo el provecho posible. Todavía en el
siguiente nivel está en entender la tecnología, entender sus bases y saber con
ello cuáles son sus límites y hasta dónde puede llegar. Esto quiere decir que
una vez que se adquiere una tecnología nueva hay que emprender un proceso de
asimilación de esa tecnología. De otro modo, se operará de una manera mecánica.
Y, por supuesto, no se podrá llegar a los niveles más avanzados de la
administración de la tecnología.
El siguiente nivel es tener la capacidad de adaptar la
tecnología a las condiciones de operación específicas de la empresa. A sus condiciones
de abastecimiento, materiales disponibles, escala, en ocasiones hasta a
situaciones geográficas. Recuerdo, por ejemplo, una empresa de clase mundial
que vendía secadores por aspersión, que tuvo graves problemas con sus
instalaciones en la ciudad de México y en Toluca por no haber considerado que a
estas alturas el agua se evapora a temperaturas más bajas de las que se
requieren a nivel del mar. Tampoco consideraron que la densidad del aire en
esas alturas es mucho menor. Y, por lo tanto, todos sus cálculos de capacidad
de secado y de temperaturas en el mismo estaban equivocados.
En un nivel mayor está la capacidad de hacerle mejoras a la
tecnología. Esto ya requiere proyectos específicos de investigación y
desarrollo, que busquen las mejoras incrementales en el desempeño de las
tecnologías.
Finalmente, el punto más elevado de la administración de
tecnología está la capacidad de desarrollar tecnología totalmente nueva.
Conceptos nuevos, modelos diferentes, uso diferente de las leyes de la física a
la química o la biología. Lo que se les llama "tecnologías de ruptura o
tecnologías disruptivas". Un juego en el que hay la posibilidad de enormes
ganancias y también la posibilidad de grandes pérdidas. Un juego difícil de
jugar y que solo algunos manejan de una manera extraordinaria.
Para poder definir cuál es el uso que usted hará de la
tecnología, como herramienta estratégica, hay que empezar por ubicar cuál es su
nivel y desarrollar las capacidades necesarias para poder estar en el nivel que
usted desea tener.
Hay un mito: que basta con poder comprar la tecnología y
así, en automático, estaremos en "la punta", habremos adquirido una
ventaja competitiva sostenible. Como todos los mitos, está sostenido por
algunos que se benefician de esta falsa creencia. Como me dijo alguna vez un CIO
de una gran empresa transnacional: "Ya compré lo último en hardware para toma de
decisiones. Ya tengo todo lo más avanzado en software de administración. Lo que
no tengo son decisiones".
Esto no es todo. Todavía quedan varios conceptos para
definir cuál debe ser nuestra estrategia basada en tecnología. Pero ese será el contenido
de mi próxima carta.
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