24 de febrero de 2016

Importación libre de gasolina. ¿Nos beneficia?


¿Qué pasa en PEMEX? Empezamos el año con una simbólica, pero bienvenida reducción en el precio de las gasolinas. Misma que se presentó como un resultado de la Reforma Energética. Seis semanas después renuncia Emilio Lozoya, director general de la empresa (o lo renuncian) y se nombra a José Antonio González Anaya, en su lugar. Durante su primera quincena en su puesto, se notifica un recorte presupuestal de 100,000 millones de pesos en PEMEX y recortes de personal por 11,000 plazas. Y se anuncia que se adelanta la libre importación de combustibles: empresas privadas podrán empezar a pedir permisos de importación en el próximo abril.

Dada la limitada información que se ha dado, es difícil decir nada con precisión. Lo que quedó claro es que las gasolinas no bajarán de precio de inmediato. De modo que lo único que se puede hacer es especular con algunas bases. O plantear escenarios, si usted lo prefiere.

Es claro que se podrán importar gasolinas. Lo que no es claro es si tendrán que hacerlo a través de PEMEX o si lo harán directamente. En todo caso, PEMEX ya está importando gasolina. La diferencia sería que PEMEX reduciría su flujo de efectivo, al no tener que pagar esa gasolina.

No queda claro como transportarán la gasolina que importen. La estructura más eficiente para hacerlo son los poliductos. El transporte por carretera es mucho más caro. ¿Pondría PEMEX este servicio a disponibilidad de los importadores? ¿A qué precio? ¿De qué manera garantizaría PEMEX que no seguirá la "ordeña" de los ductos y cómo compensaría las empresas si eso ocurriera?  Es claro que los importadores encontrarían muy costoso y lento crear su propia red de ductos. Si esto no se resuelve, la apertura de gasolineras ocurriría probablemente en los estados de la frontera Norte y sitios cercanos a puertos que tengan instalaciones para recibir combustibles.

¿Construirían los importadores sus propias gasolineras? No es nada fácil. La red actual de distribuidores es de aproximadamente 11,000 establecimientos. Las ubicaciones más rentables ya están tomadas. Por supuesto, siempre habrá la opción de adquirir  las gasolineras existentes, remodelarlas y ponerles la marca del importador. Y también pudiera ocurrir que los actuales distribuidores se asocien para poner sus marcas propias. Lo cual podría dejar a PEMEX con una cadena de distribución muy mermada.

El mantener congelado el precio de las gasolinas suena como una medida para proteger a PEMEX, en lo que se pone al día en productividad. Pero, por otro lado, también les daría a los importadores un período de ganancias elevadas que les permitiría capitalizar sus negocios, invertir en instalaciones más adecuadas o remodelar las existentes y hacer la inversión necesaria en mercadotecnia para sus marcas.

Es cierto que al no poder aprovechar sus costos más baratos,  se pierde una potente herramienta competitiva. Pero también es cierto que con sólo entregar litros completos al servir el combustible, el público rápidamente compraría en las nuevas gasolineras. Por otro lado, el gobierno podría cobrar impuestos más elevados a los distribuidores cuando sus ganancias fueran mayores, gracias a que estuvieran pagando precios muy bajos en su abastecimiento de combustible. Hoy, dependiendo por supuesto de la localidad y el día, estamos pagando casi un 75% más por la gasolina que lo que se paga en las gasolineras de la parte estadounidense del Golfo de México. Ese diferencial le daría al gobierno un ingreso bastante jugoso.

Con tantas incertidumbres, hay pocas cosas que se puedan afirmar con toda seguridad. Algunas empresas que se han adelantado a poner gasolineras propias, como es el caso de FEMSA, tienen una clara ventaja. Ya tienen infraestructura y seguramente tienen resuelto el tema de la recepción de la gasolina, al menos parcialmente. La mayoría de sus gasolineras están en el norte del país, y son unas 250. Pocas en comparación del número total de esos establecimientos. Pero ya tiene una presencia y una marca establecida. Y tiene una buena posición para facilitar su abastecimiento. También ya están en el país algunas de las marcas mundiales de gasolina, que operan en el negocio de lubricantes y que conocen bien el mercado mexicano. Esos son los candidatos para aprovechar pronto esta apertura.

Pero no será rápido. Hay barreras que superar, incógnitas que resolver y un tiempo de implementación que no será muy expedito. Obviamente, todo puede ocurrir y también puede ser que haya empresas dispuestas a gastar fuertemente para ganar rápidamente una participación alta en el mercado mexicano de los combustibles.

A más largo plazo, hay otros temas. ¿Podrá PEMEX sobrevivir ante una competencia a la que nunca se ha enfrentado? La competitividad no está en su ADN. Ahí está su naturaleza monopólica, aunque su nuevo nombre sea el de Empresa Productiva del Estado. Y la historia nos demuestra que cuando se desregulan los mercados monopólicos u oligopólicos, rara vez sobreviven las empresas que existían previamente.



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