18 de octubre de 2011

La teoría de la guerra de los “marines”


En algunas de estas cartas ya he hecho comentarios sobre libros de estrategia militar. El propósito ha sido enriquecer lo más posible los conceptos de estrategia de negocio encontrando paralelos útiles.

Por recomendación de un buen amigo llegó a mis manos el libro Warfighting: The U.S. Marines Corps book of strategy[1]. Un libro corto y práctico, de fácil lectura, pero extraordinariamente denso en conceptos estratégicos. En esta ocasión comentaré únicamente parte del capítulo 2 (Teoría de la Guerra), pero evidentemente los demás capítulos son también muy valiosos.

Una distinción fundamental para entender el concepto estratégico del Cuerpo de Infantería de Marina (como se traduce normalmente el término marine corps), es hacer la diferencia en el tipo de situación de combate en que normalmente se despliegan. Al contrario de la doctrina estratégica del ejercito de los EE.UU., basada en poder de fuego y en una guerra de desgaste, donde los recursos son siempre muy abundantes, las situaciones que vive una fuerza expedicionaria es la de enfrentarse a un enemigo numéricamente superior, teniendo recursos limitados, con poca posibilidad de apoyo externo y buscando el mínimo desgaste de las fuerzas propias. ¿Suena como a su empresa? Si no trabaja Usted para alguna de las grandes empresas globales, seguramente así es; pero aún las empresas más grandes pueden requerir de enfrentar ese tipo de situaciones.

Esta diferencia en las situaciones requiere (manda, dice el autor) conducir la guerra basándose no en poder de fuego sino en maniobras. La guerra de maniobras busca atacar al contrincante desde una posición de ventaja, en vez de lanzar un ataque frontal. La esencia está en la aplicación de la fuerza contra algunas debilidades del contrincante. Por definición, la maniobra se basa en la velocidad y la sorpresa, ya que sin ellas no es posible concentrar nuestras fuerzas en las debilidades del contrincante. El ritmo de la operación es en sí mismo un arma, a veces la más importante.

El objeto de la maniobra no es tanto la destrucción física del enemigo, como destrozar su cohesión, organización, mando y balance psicológico, de modo que no pueda seguir combatiendo de manera efectiva. Una maniobra exitosa depende para su éxito de identificar y explotar las debilidades del enemigo. En este tipo de guerra, los números no compensan la falta de habilidades.

Para pelear efectivamente este tipo de guerra, se requiere:
·         Poder de combate
·         Concentración y velocidad
·         Sorpresa y osadía
·         Explotar la vulnerabilidad y la oportunidad

El Poder de Combate, se construye con elementos tangibles como los números (armas, personal, equipo); sin embargo estos no son lo más importante. Son más importantes algunas cosas, total o parcialmente intangibles, como los efectos de la maniobra, la sorpresa y el ritmo de las operaciones, así como el ánimo de los combatientes, su espíritu de lucha, perseverancia y el efecto del liderazgo.

La Concentración es la convergencia de los esfuerzos en el tiempo y el espacio. Una concentración efectiva puede darle a una fuerza inferior, una ventaja local decisiva. La Velocidad es un arma. Es un requisito para la sorpresa y la maniobra. En situaciones fluidas como las de un campo de batalla, la velocidad da seguridad contra la reacción del contrario. Sin velocidad, no es posible una concentración efectiva de fuerza en el punto débil del contrincante.



La Sorpresa es atacar al contrincante de una manera y en un momento en que no lo espera. Es esencial que no se dé cuenta de nuestro ataque hasta que sea demasiado tarde para reaccionar. La sorpresa es un auténtico multiplicador de la fuerza por su efecto psicológico, ya que paraliza, aunque sea temporalmente, la capacidad del contrincante para resistir. Sin embargo, sus ventajas son temporales únicamente y deben explotarse rápidamente. Un complemento básico de la sorpresa es la osadía. Atreverse a hace lo inesperado, tomar riesgos medidos y razonables, pero con valentía.

Finalmente explotar la vulnerabilidad y la oportunidad es vital. Hay que enfrentar al contrincante donde, cuando y del modo que lo haga más vulnerable. Hay que concentrar nuestros esfuerzos en una vulnerabilidad crítica; cosa que no es fácil porque muchas veces será también un área muy bien defendida. De ahí la necesidad de aprovechar y crear oportunidades para el ataque decisivo y una vez creada la oportunidad, explotarla a fondo.

Como pueden ver, más que recetas este autor nos da criterios, una filosofía que, en mi opinión, es valiosísima. En el mundo cada vez más combativo de la competencia entre corporaciones, y sobre todo ante el ataque cada vez más fuerte de grandes empresas globales, el empresario mexicano o latinoamericano no puede combatir la fuerza con la fuerza, los números con números. Cada vez más, los enfrentamientos competitivos se ganan con pensamiento, no con números; con espíritu, no necesariamente con recursos superiores.



Es aceptar como un hecho de la vida, como lo hacen los marines, que lo normal será enfrentarse a fuerzas superiores en recursos y que nuestra única defensa es un estilo competitivo superior. Un estilo que no espera a las oportunidades: las crea. Que no espera a tener una superioridad en todos los campos; sino que explota y genera superioridades a nivel local. Un estilo que requiere, por otro lado, de una gran descentralización de decisiones, para facilitar la sorpresa, la velocidad de reacción, aprovechar los momentos de oportunidad. En fin, en estos conceptos está una esperanza para las empresas medianas y pequeñas, de combatir y derrotar a contrincantes mucho mayores.




[1] General A.M. Gray; Currency Doubleday. New York, 1994

7 de octubre de 2011

La ventaja del primero en entrar a un mercado


Un concepto interesante en la estrategia es el de las ventajas que puede tener  el primero  en  entrar a un mercado, con un nuevo producto o un nuevo servicio. Dicho en términos caseros, es aquello de que "el que pega primero pega dos veces". Incluso Sun Tsu, hace 4000 años ya decía: “el que llega primero al campo de batalla y espera a su oponente está en ventaja". Vale la pena, sin embargo, revisar un tanto este concepto.

Efectivamente, el primero en entrar al mercado suele posicionarse de un modo más rápido y barato que los que vienen después, al menos en algunos aspectos. Tiene la enorme ventaja de ser percibido como EL líder, el innovador, de una manera natural. El mercado asocia de una manera clara el nuevo producto con la marca de quien lo introduce. Por otro lado, generalmente  el líder tiene una ventaja en la curva de experiencia, es decir, con mucha facilidad puede bajar los costos más rápidamente que los que entran después,  simplemente por el hecho de tener mayor producción acumulada que los demás. Asimismo, tiene la posibilidad de escoger a los mejores proveedores para su producto o servicio y también encuentra los canales más desahogados para el producto nuevo. En términos generales, tanto los proveedores como los distribuidores adoran los nuevos productos, ya que les significan mercados adicionales a los que ya atienden.

Por otro lado, el primero en entrar corre riesgos importantes: el riesgo de que el producto o servicio no sea aceptado por el mercado; el costo de la promoción inicial para  dar a conocer un nuevo concepto, costo que debe ser asumido por un volumen relativamente pequeño de ventas, como es natural en el inicio de un nuevo mercado. Los costos del inevitable ensayo y error hasta precisar su modelo de negocio. El seguidor no incurre en esos costos: aprende del líder y de sus fallas.

Tradicionalmente los japoneses han preferido en muchos casos la estrategia de ser el segundo en el mercado,  pero como un seguidor rápido. Dejan que el innovador proponga el concepto, miden la aceptación que está teniendo, y aprovechando su enorme ventaja manufacturera y la fortaleza comercial que le dan las grandes comercializadoras japonesas con su peculiar modelo de negocio (las Sogo Socha), entran rápidamente al mercado y sobrepasan las ventas del que introdujo el producto. De estos casos hay abundantes ejemplos. El CD y el DVD fueron desarrollados por una compañía holandesa, enormemente reconocida. Sin embargo, las empresas japonesas lograron entrar a ese concepto de una manera tan rápida y tan poderosa, que la mayor parte de las consolas para esos productos son elaboradas por empresas japonesas o usando licencias de los japoneses. ¿Los holandeses? En un lugar muy distante  entre los productores de consolas.

En conclusión: ¿conviene seguir la estrategia de ser el primero en el mercado? No hay una respuesta fácil. Si la empresa innovadora no tiene las características y los recursos necesarios para poder aprovechar la ventaja,  para ocupar el mercado muy rápidamente y hacer que los que lo sigan no puedan obtener posiciones importantes, lo más probable es que tenga que buscar alianzas que le den la fuerza comercial y de negocios necesaria para poder aprovechar esa innovación. De otro modo, tristemente, lo único que logrará será "abrirle los ojos" a sus competidores más fuertes, mejor capacitados para crecer rápidamente y dejarlo atrás a pesar de haber sido el innovador.  Dicho de otro modo: no basta ser el primero, es necesario tener las fortalezas necesarias para poder seguir siéndolo.