26 de enero de 2016

¿Cómo ve el Foro de Davós al mundo?



“Nunca ha habido un tiempo de mayor peligro o de mayor promesa que el actual”. Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial de Davós. Los participantes en el Foro no se ponen de acuerdo en cuál de los dos prevalecerá.

El foro mundial de Davós, la reunión mundial de líderes que año con año se lleva a cabo, acaba de terminar. Como de costumbre sus reflexiones nos dan, no necesariamente lo que creen esos líderes pero, al menos, lo que ellos quieren que el mundo crea.

En este año, la impresión es que hubo dos bandos: el de los optimistas y el de los pesimistas. Los pesimistas llegan después de semanas de malos resultados en las bolsas de valores mundiales. Abundan las frases y los conceptos que llaman la atención mediática. Como muestra, Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo dijo: “Ya se ve la luz al final del túnel, pero no veo cómo llegar allá.” Y, diría un pesimista, si alguien así no sabe, probablemente nadie lo sabe. Dentro de este bando, también se habló de que el crecimiento no ha significado mejora de distribución de la riqueza y, por supuesto, que un crecimiento así es muy de dudarse. La sombra de China y de su estancamiento económico estuvo muy presente. Sin reconocer, sin embargo, que ese estancamiento ha sido ocultado por el gobierno chino por varios años, metiendo dinero a construcciones inútiles y falsificando sus datos. Y ahora, metiendo 300,000 millones de dólares de sus reservas al mercado de divisas, para evitar una devaluación repentina. Así como interviniendo al manipular la bolsa de valores, para evitar caídas mayores.

Son los mismos pesimistas que hablaban del agotamiento de los commodities y que ya estábamos en los límites del crecimiento, y ahora nos hablan del exceso de producción y cómo se ha caído el precio de los commodities. Tal parece que siempre es más fácil pronosticar desastres. Si el desastre no ocurre, la gente respira con alivio, pero no critica tan fuertemente al pronosticador. Si se pronostica prosperidad y no ocurre, el pronosticador es criticado con toda la fuerza.

Hubo participaciones realmente catastrofistas: el Centro para el Desarme en Viena dijo que, debido a la “robotización” de la tecnología militar, pronto el monopolio de la guerra ya no estará en las manos de los humanos. Aterrador, sin duda. Súper pesimista.

Los optimistas, en la mayor parte, se centraron en la “cuarta revolución industrial”. Un concepto que no es nuevo, que tiene que ver con las “Tecnologías Disruptivas” que analizaré en alguna otra Carta y que generarán mercados muy amplios. Tecnologías como el Internet de las cosas, la inteligencia artificial, robótica avanzada, la nube, genética avanzada y otras más que podrían generar mercados tan grandes como si al mundo le agregáramos un nuevo EEUU o una nueva Unión Europea. Sí, respondían los pesimistas, pero esas tecnologías solo concentrarán la riqueza y el poder y provocarán que haya cada vez más pobres. O. como dijo despectivamente la señora Christine Lagarde: “No necesitamos un Internet de las cosas, necesitamos un Internet de las mujeres”.

A riesgo de simplificar excesivamente, parecería que en el bando de los pesimistas están los que  ven las cosas a corto plazo,  los que ven al mundo en general y a la economía en particular como un juego de suma cero, donde lo que ganan unos es porque lo arrebataron a otros. Una visión ampliamente refutada por Macario Schettino, en su libro “El fin de la confusión” y por Matt Ridley en su libro “El optimista racional”.

El bando optimista sí cree, a diferencia del otro bando, que sí se puede crear riqueza y que no necesariamente para que unos ganen hay que despojar a otros. Y, por lo mismo, sí creen que la tecnología creará nuevos mercados, nueva riqueza aunque, al menos temporalmente, habrá puestos de trabajo que desaparezcan. Como ocurrió en todas las revoluciones industriales anteriores.

En resumen, no hay una visión compartida y, tristemente, ninguno propone como atender el problema de la mitigación y erradicación de la desigualdad económica. Para mi gusto, las mejores intervenciones y en particular la de Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, dan un paso muy importante.  El profesor Stiglitz, autor del libro “El precio de la desigualdad”, entre otros, propone cambiar el modo de medir el desempeño económico. “El PIB- dice- es un pobre indicador del desempeño económico, no es una buena medida del bienestar”. Otros economistas señalaron que quienes desarrollaron el PIB como indicador cerca de 1930, advirtieron que solo mide lo que se compra y se vende y que no es preciso para medir el desempeño económico.

Posiblemente no llegaremos a buenas propuestas  para mejorar la economía si cada quien mide de un modo diferente y poco preciso los resultados. Y es necesario balancear la visión de largo plazo y la de corto plazo. Entender también que hay que tener una mayor generación de riqueza, pero además un mejor modo de distribuirla. Por justicia, en primer lugar, pero también porque es el único modo de generar mercados más amplios que generen a su vez mayor riqueza para poderla distribuir.


Mientras tanto yo, un aprendiz de estrategia, me alineo con el  bando de los optimistas.

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