Uno de los mejores autores en temas de estrategia, Richard
P. Rumelt establece las marcas de una
mala estrategia. Una de las más importantes es fallar en atender el reto
estratégico. O sea, los retos que tienen importancia a largo plazo y que tienen
características sistémicas, no parciales. El reto de reducir la contaminación
en la Ciudad de México es uno de los mejores ejemplos de esta falla que señala Rumelt.
En 1989, en tiempos del padrino político del actual
gobernador de la Ciudad de México, se estableció como un programa voluntario y
temporal, sólo durante la estación de invierno, el programa Hoy no Circula. Una solución parcial,
de corto plazo, que no resolvía ni resuelve de fondo el problema de la
contaminación en la Ciudad de México. Claramente, las soluciones de largo plazo
tienen más que ver con cambiar el modelo de transportación de esta ciudad.
También tienen que ver, aunque en menor medida, con reducir fuertemente el uso
de motores de alto caballaje, que consumen muchas veces hasta el doble de la
gasolina que los autos menores. El tema es tan sencillo como esto: gastar menos
gasolina por persona transportada.
Para ello, el transporte masivo es la mejor solución y el
uso de automóviles con mucho menor gasto de gasolina es un apoyo importante.
Claramente, no es una solución rápida: reconstruir la infraestructura de
transporte no es fácil ni barato. De manera que una solución, como el Hoy no Circula, solamente permite ganar
un poco de tiempo para implementar las soluciones de fondo. Y, por supuesto,
requiere de un apoyo muy importante de la ciudadanía.
Pero, como ocurre muchas veces en la estrategia, sea en el
ámbito empresarial o en el político, nos gana la inmediatez. Una vez que
funcionó la táctica temporal que incorporaba el apoyo voluntario de la
ciudadanía, lo único que se le ocurrió a nuestros gobernantes fue encontrar
maneras de hacer obligatorio lo que fue voluntario, centrarse en la medición y
en el control de la medida y se olvidaron por décadas de atender el reto
fundamental, el reto de fondo.
El resto es historia: el programa que funcionó muy bien el
principio, ya ha llegado a su límite. Y desgraciadamente a los planeadores
urbanos y a los políticos ya se les acabaron las ideas. Ahora se reinstala el
programa, endureciéndolo y sin proponer ninguna solución de fondo. Las
consecuencias son previsibles: una mejora de corto plazo, una nueva fuente de
corrupción para los encargados de hacer que la medida se cumpla y, como ocurrió
anteriormente, la compra de coches viejos y nuevos para usarlos el día en que
no se puede circular. Negocio redondo para los fabricantes de automóviles y los
vendedores de coches usados. Y antes de lo que nos imaginamos volveremos a
estar peor, con el mismo embotellamiento vehicular y altas tasas de
contaminación.
Desde el punto de vista del análisis estratégico hay dos
elementos que hacen falta:
- Reconocer que este programa es una táctica, que no resuelve la problemática de fondo y que debe ser solamente un elemento de un programa mucho más ambicioso, de largo plazo y por desgracia costoso. Su única bondad es ganar tiempo.
- Tener claro que este programa sólo funciona si la población colabora. Si todos los automovilistas que circulan en la Ciudad de México emprendieran acciones de desobediencia civil, no alcanzaría el número de policías, ni de grúas, ni de corralones donde detener a todos los coches que rompieran con esta medida. Desgraciadamente, el talante autoritario de nuestros gobernantes y su poca visión democrática hacen muy difícil que tengan esto en cuenta.
Volviendo al análisis: este es un ejemplo casi de libro de
texto de cómo no se debe manejar una estrategia. Se parte de un análisis
superficial, no se entiende de fondo el problema que se está atendiendo, se
acoge la primera solución que se les ocurre, sin darse cuenta de que sólo es
una táctica de corto plazo y se dedican después a reforzarla, hacerla más incluyente,
tratar de extenderla a otras entidades federativas, así como endurecer los
controles y los castigos. En vez de reconocer que se cometió un error por
décadas y que ya ha llegado el tiempo de enmendar.
Ojalá, por una vez en toda la historia de México, se haga
una auténtica consulta democrática incluyendo a especialistas de múltiples
disciplinas que tienen que usarse para construir las soluciones de largo plazo.
Ojalá, por una vez en toda la historia de nuestra capital, se haga un esfuerzo
importante por ganarse la aceptación y la colaboración de una ciudadanía que ya
no cree en nadie. Porque la soluciones de fondo serán costosas y no serán de
resultados inmediatos. No bastará con construir una nueva infraestructura,
habrá que lograr que la mayoría de la ciudadanía esté dispuesta a usarla y a
reducir voluntariamente el uso de los medios más contaminantes.