A un poco más de una semana del plebiscito sobre la salida del
Reino Unido (UK) de la Unión Europea (UE), la discusión sobre las consecuencias
del triunfo de la propuesta salida de la Unión Europea continúa.
Por supuesto, hubo consecuencias inmediatas. La Libra cayó
frente al Dólar a niveles como los de 1985. La Bolsa, obviamente cayó. Dos
calificadoras de crédito redujeron la calificación de la deuda soberana del UK,
bajándola dos lugares. A la fecha, más
de 4 millones de ciudadanos del Reino Unido han pedido que se repita el referéndum.
En Escocia e Irlanda del Norte ha habido quiénes han hablado de independizarse
del Reino Unido para seguir en la UE. David Cameron, el primer ministro
conservador que propuso el referéndum sobre la pertenencia a la UE, anunció que
renunciará a su cargo. Los propios proponentes de la salida de la UE, están
extrañamente callados, guardando un perfil bajo. La catástrofe, parece.
Por otro lado, esas son consecuencias de brevísimo plazo,
algunas con un claro tinte especulativo. Pero, a menos de una semana, el índice
FTSE100 de la bolsa londinense ha superado el de 2011 y los calificadores de
crédito han cambiado sus calificaciones dándole al UK la posibilidad de obtener
un crédito soberano barato, según reporta la acreditada revista The Economist. Además
el turismo está incrementándose fuertemente en este verano, impulsado por la
campaña “Su dólar nunca le había dado
tanto”, con lo cual las reservaciones han crecido enormemente. Y se prevé
que con esos niveles de la libra esterlina, las exportaciones británicas serán
mucho más competitivas. Con todo esto, los catastrofistas están bastante
callados.
Pero el tema es uno de largo plazo. Para empezar, en las
leyes británicas el referéndum no obliga al Parlamento. Podrían no tomarlo en
cuenta, aunque no sería políticamente conveniente. Tampoco hay prisa: se dice
que la discusión del BREXIT podría empezar en Octubre próximo. Los
procedimientos para salir de la UE tienen un plazo de dos años, aunque hay
expertos que dicen que, debido a la complejidad de acuerdos que involucra la
salida de esa Unión, la salida total podría tomar hasta cinco años. Y luego está
el tema del modo que adoptará esa salida, la cual puede ser total o parcial. Desde
una salida total y absoluta hasta una afiliación como la que tiene Noruega, que
tiene muchos de los beneficios de la UE, pero sin derecho a voz ni voto en las
decisiones de esta Unión.
Si la salida fuera total, ¿cuáles serían las conclusiones previsibles?
Desde luego, un encarecimiento de las exportaciones del Reino Unido a la UE, al
perder la exención de impuestos de que goza hoy. Muy importante, porque sus
exportaciones a la Unión Europea son el 50% de su total. Esto podría significar
una caída de las mismas, aunque mitigada en parte por la caída de la paridad de
la Libra frente al Euro. Y, es de esperarse, las importaciones procedentes de
la UE, se encarecerían al establecer el UK impuestos a las importaciones
procedentes de los miembros de la misma. Lo cual podría hacer más competitivas
a las empresas británicas frente a sus pares europeos. Y, si la Libra sigue a
niveles bajos, la competitividad de sus exportaciones
al resto del mundo podría mejorar mientras que sus importaciones serían más
caras. Algo parecido al modelo japonés de mantener subvaluada su moneda.
Valioso, pero con límites.
Un costo difícil de evaluar es el de restablecer acuerdos comerciales
y de mutuo reconocimiento de normas y procedimientos país por país. Hay quien
habla de más de 120 acuerdos involucrados en la Unión Europea. Con 28 países
miembros, renegociar total o parcialmente
esos acuerdos uno por uno, pueden significar una carga pesada. Eso sin contar
que con otros países sus acuerdos comerciales caen bajo la sombrilla de
acuerdos entre la UE y dichos países. De hecho, la pertenencia a la Unión
Europea tiene el beneficio de reducir las barreras al comercio exterior, y al
dejarla hay que trabajar por volver a reducir dichas barreras. La movilidad
laboral es otro tema. No queda claro qué pasará con los ciudadanos europeos que
hoy trabajan en el Reino Unido. ¿Los expulsarán? Y en tal caso ¿tienen el personal
adecuado para sustituirlos? Los proponentes del BREXIT ven el tema muy sencillo:
se reducirá el desempleo británico. Pero el costo de reentrenar a los desempleados
y el tiempo que lleve cubrir los puestos no cubiertos puede ser importante.
En todo caso, hay otra víctima de esta situación. El concepto
de las uniones comerciales, los tratados de libre comercio y acuerdos similares
está siendo cuestionado. La carga pesada de la burocracia de la UE,
encareciendo y dificultando el libre comercio, está siendo discutida. La
pérdida de soberanía también es vista como el costo de estos acuerdos. Muchos
sienten que la UE les cuesta más de lo que les da, aunque no falte alguno como Grecia, que sabe muy bien que no podrían
sobrellevar su situación económica sin el aval de la Unión. Aunque no lo
reconozcan en público.
Hace falta que la burocracia de la Unión Europea haga un
riguroso examen de conciencia. ¿Qué hay de cierto en los reclamos de los Euroescépticos
y de los Globalifóbicos? Pudiera haber mucho. Pero los burócratas de Bruselas
no hablan de ello. Su posición, un tanto soberbia, es la de pedir al Reino Unido que salga rápidamente. En una
actitud como la de decirles: “No nos hacen falta. Si quieren irse háganlo. Pero
ya.”
Los tratados de libre comercio tienen un sentido y una
lógica. Contribuyen a la paz y al desarrollo. De hecho, en toda la historia europea,
nunca ha habido 70 años sin guerra. Y eso es el resultado de la visión de
estadistas como Robert Schuman y Konrad Adenauer, quienes pusieron las bases de
la Unión Europea actual, buscando un desarrollo que permitiera sacar a Europa
de la crisis de la posguerra y hacer cada vez más próspera y pacífica esa
región.
Hoy nos hacen falta en todo el mundo, estadistas de esa
talla. Desafortunadamente no abundan. Ojalá el BREXIT sirva como una llamada de
atención a la comunidad mundial. Ojalá nos lleve a la reflexión y el debate
sobre la utilidad de los organismos internacionales de todo tipo.