14 de diciembre de 2015

Acuerdo frente al calentamiento global


Después del fracaso del Protocolo de   Kyoto, en 1997, hace unos días se llegó finalmente a un acuerdo sobre el cambio climático, en el seno la reunión COP21 en París.

195 países quedaron de acuerdo en las metas para evitar el incremento del calentamiento global. No fue fácil. Hay desacuerdos profundos sobre el peso que debe de llevar los países desarrollados en estos eventos y como debe de balancearse la sustentabilidad de las economías en los países pobres con el imperativo de su desarrollo económico. Nada fácil. Estados Unidos, la economía más grande del mundo, contribuye con el 24% del total de la huella de carbono en la atmósfera. China, la segunda economía mundial, contribuye con el 14%. Del resto, la mayoría lo aportan los países desarrollados. Para los países pobres, adquirir y usar la costosa tecnología que deja menos dióxido de carbono en la atmósfera, podría retardar su crecimiento económico. Sí, en la propia reunión se habló de hacer aportaciones de fondos internacionales para apoyar a los países pobres en estas inversiones. Las cantidades mencionadas, en el orden de 100,000 millones de dólares, son claramente insuficientes. Por otro lado, estos esquemas de ayuda internacional han demostrado en más de 70 años de su aplicación, que son notoriamente ineficaces.

Falta todavía que esos 195 países obtengan de sus respectivos congresos la aprobación para ese tratado. Después de lo cual, para el año 2018 deberán presentar un plan de trabajo para cada país. Y todavía quedarán muchos puntos que ver en la implementación de ese plan.

Otro obstáculo importante es el escepticismo de muchos respecto a este tema del calentamiento global. Se habla de que el año pasado la temperatura promedio global superó en 0.8 grados centígrados a la temperatura global promedio en el año 1778. Una cantidad muy pequeña. Sin embargo, los escenarios de algunos científicos suponen que para el año 2100 la temperatura global habrá aumentado entre 1.4 y 5 °C. El acuerdo de París propone que no se sobrepase la temperatura global del año 1778 por más de 2 °C. El escepticismo viene de dos aspectos: la medición que se hacía en el año 1778 sólo ocurría en algunos países desarrollados, de manera que no se puede hablar de que sea un verdadero promedio de la temperatura global. Por otra parte, los instrumentos de medición disponibles en aquella época, eran muchísimo menos precisos que los disponibles actualmente. Otros escépticos señalan que, de fondo, todavía no entendemos los mecanismos que regulan el clima de la tierra. Esto puede estar llevándonos a conclusiones equivocadas sobre el impacto de la huella de carbono en el clima global.

Obviamente, la implementación de este acuerdo tendrá muchas consecuencias. Para empezar, será costoso. A los precios actuales del petróleo, las energías alternas no basadas en carbono resultan todavía muy caras. Y no son totalmente libres de consecuencias contaminantes. Las que ya están en operación, la hidroeléctrica y la nuclear generan modificaciones en el ambiente, la primera modificando los microclimas y la ecología de los lugares donde se crean las presas y la segunda por sus emanaciones de agua caliente que modifican la ecología de los cuerpos de agua donde se vierte. Las demás, aunque ya algunas están en operación, todavía no alcanzan costos competitivos con los que tienen las fuentes tradicionales basadas en carbono. Y, por supuesto, está el tema de cómo se va a pagar por las inversiones que requerirán estos cambios. Una pequeña muestra: las organizaciones empresariales mexicanas en los días pasados dijeron que no estaban en condiciones de absorber esos costos y que debería ser el gobierno quien los absorba. Que es lo mismo que decir que los sufridos contribuyentes deben de hacerse cargo de estos pagos.

Por otro lado, se requerirá un control mucho más estrecho de las emisiones contaminantes. Y, por supuesto, mucho más costoso. Pensemos, por ejemplo, en el problema de  medir las emisiones de los automóviles en la era "post Volkswagen". O en las que se requerirán en la inmensa mayoría de la industria.

Hablemos de la necesidad de limitar, no sólo controlar, las emisiones de los automóviles. Hasta ahora, no se ha limitado la cantidad de carbono que los coches emiten al ambiente. Se ha medido el porcentaje de contaminantes en los gases de escape, que es algo diferente. Para reducir en serio la huella de carbono, tendríamos que tomar en cuenta que los diferentes automóviles tipo SUV  y Pick Up, los coches deportivos y los de lujo tienen emisiones de gas carbónico de casi tres veces mayores que las que tienen los coches más pequeños. ¿Estarán los mercados dispuestos a aceptar coches menos cómodos, con menor potencia y prestigio que los que obtienen a través de los autos mayores? Por otro lado, reducir en serio la huella de carbono de los automóviles, requeriría limitar su velocidad al rango de 80 a 90 km/h, que es la velocidad en la que el motor trabaja con mayor eficiencia y menor contaminación. ¿Será posible que el mercado acepte coches menos veloces? En otro campo: una familia de escasos recursos que tiene 15 focos en la casa, tiene una inversión de $150 en esos focos tradicionales. Si los cambiara a focos equivalentes con el sistema LED, la inversión inicial sería del orden de $2000. Claro, son focos mucho más duraderos. Pero no estamos hablando de una inversión menor para una familia pobre.

Las empresas, al tener que hacer inversiones para reducir su huella de carbono sólo tienen dos opciones: pasar el costo a sus clientes, encareciendo sus productos o servicios, o reducir drásticamente sus utilidades, con lo cual estarían hipotecando sus posibilidades de crecimiento y de modernización de su equipo.

Las inversiones en investigación y desarrollo para crear nuevas fuentes de energía que no estén basadas en carbono, serán sustanciales. El costo de su investigación tendrá que cargarse en los precios de los servicios que esas empresas generen. Sí, se generarán algunos empleos nuevos, pero habrá que pagar por todos ellos.

De hecho, independientemente de lo que se logre a través de acuerdos como los que se están diseñando en este momento, una parte importante de la solución está en manos de la ciudadanía. Somos nosotros los que podemos reducir la demanda de gases invernadero, a través cambiar nuestras costumbres que muchas veces han aumentado la presencia de gas carbónico en el medio ambiente. La gran pregunta es: ¿Estamos dispuestos a asumir nuestra parte?


Este es un tema complejo. Es importante tener soluciones oportunas: no podemos esperarnos al año 2070 para ver si efectivamente se está dando el calentamiento global. Pero, por otra parte, es importante entender y medir el impacto de estas medidas remediales sobre la economía de los países, sobre todo la de los países pobres. Una evaluación, aunque sea muy gruesa, de los costos de incumplir con estos acuerdos es tan importante como la evaluación de los costos de cumplirlos. Y de esto, al parecer, no se ha hablado.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por este artículo, la verdad que no la tenemos nada fácil, y estoy de acuerdo en informarnos de cómo cada uno de nosotros podemos contribuir a la disminución de contaminantes independientemente de si los gobiernos aplican o no las medidas a las que se están comprometiendo. Hagamos nuestro ese compromiso, que nuestros familiares y amigos lo consideren parte de su lista de buenos propósitos, "contaminar menos" o aún más preciso "si hoy utilizo el auto de lunes a viernes, trataré de usar transporte público por lo menos un día a la semana, yo creo que con esa acción ayudaremos bastante, yo ya lo anoté. Una vez más muchas gracias profesor por compartir tan valiosa información, le envío un enorme abrazo deseando que haya mucha luz en su camino y que esté lleno de bendiciones.

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    1. Muy bien. Como usted dice hay que tener acciones concretas, precisas

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  2. Sí, estamos dispuestos :)

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