Si Usted, como muchos mexicanos y en
particular políticos y empresarios, estuvieron escuchando el discurso de Trump
en su toma de posesión, posiblemente le haya quedado una situación de mayor
incertidumbre. Y no lo culpo.
El presidente Trump, como muchos políticos, es
más claro en cuanto a qué quiere lograr
que en cuanto como lo quiere lograr, con pocas excepciones. No es fácil de
entenderle, en parte porque hay bastante vaguedad y hasta contradicciones en
sus propuestas. De modo que aquí probablemente
haya encontrado usted más dudas que soluciones. Pero creo que es valioso tener
claras las dudas, para poder escoger cuales son los aspectos en los que debemos
clarificar nuestras ideas y empezar a pensar nuestras reacciones ante este
fenómeno llamado Donald Trump.
Probablemente su rasgo dominante es el
aislacionismo. Un tema muy presente en los EEUU. Aunque la nación siempre ha
intervenido en otras naciones, militar o comercialmente, siempre ha habido una
parte importante de la población que no lo ve como algo deseable. El papel de primera
potencia y gendarme del mundo, no es del gusto de todos. Ese es uno de sus
mensajes fuertes: voltear hacia adentro, no ayudar a otras naciones, no contratar
a extranjeros, comprar solo lo hecho en EEUU, concentrarse en su desarrollo
económico, no apoyar el desarrollo de los demás.
La apertura de EEUU no ha sido necesariamente
mala para ellos: es un hecho que los EEUU ha ayudado a otros, pero también que
eso le ha generado mercados e influencias que le han convenido. El producir
fuera de EEUU ha destruido empleos, pero ha mejorado su nivel de vida al tener
productos más accesibles. Si, por poner algunos ejemplos, los estadounidenses
tuvieran que comprar televisiones y smartphones hechos 100% en EEUU,
ensamblados en su nación con mano de obra nacional y con componentes totalmente
fabricados ahí, sus precios estarían
mucho más altos y esos productos no serían competitivos internacionalmente.
Desgraciadamente, como uno de los clientes y
proveedores más importantes de EEUU, su aislacionismo nos pega directamente y
de un modo relativamente rápido. Y el efecto será de largo plazo.
Ante estas actitudes del Señor Trump, hay que
tener una idea clara de cómo debemos reaccionar. Hay que superar el enojo y la
incertidumbre, dejar de preocuparnos y empezar a ocuparnos. No pretendo dar
recetas, pero si algunos puntos para reflexionar.
Para comenzar, hay que tener claro que el Sr.
Trump no acepta las reglas. En su discurso y en sus amenazas, ofrece cosas sin
considerar que no tiene total libertad en un sistema de balances y límites,
como es el de los EEUU. Actúa como si fuera el dueño de una empresa, que
siempre tiene la última palabra. También desprecia los controles externos, como
lo demostró al reconocer que evade impuestos siempre que puede evitar los
problemas. Es muy probable que trate de hacer lo mismo con los controles que le
intente poner el Congreso, tratará de gobernar por decreto siempre que pueda y
tratará de evadir los convenios internacionales. Con las presiones que está
llevando a cabo amenazando con impuestos
del 35% a nuestras exportaciones, está pasando por encima de su Congreso, quien
aprueba los impuestos y también del tratado con la Organización Mundial del
Comercio, en donde EEUU ha aceptado no poner barreras arancelarias. Y no le ha
importado.
La mentalidad de Trump sobre la economía, es
que se trata de un juego de suma cero. Para que a EEUU le vaya bien, a otros
les tiene que ir mal. No entiende el concepto de sinergia que en este caso
significa que si los aliados comerciales aportan sus mejores puntos fuertes, el
resultado es que a ambos les irá mejor y lograrán prosperidad para todos. Por
cierto que hay economistas y políticos que piensan igual que Trump. De modo
que, para negociar con Trump habrá que tratar de demostrar que hay beneficio
para los EEUU y no confiar en que quiera apoyar a otros. Y verá las cosas a
corto plazo, no a largo plazo.
En este mismo concepto, está su enfoque sobre
el empleo. Si hay desempleo en EEUU es porque se van empresas a otros países,
le dice a su ciudadanía. Lo que no menciona es que EEUU tiene uno de los menores
desempleos entre los países desarrollados y que la mayor parte de ese desempleo
viene del impacto de la tecnología al sustituir a la mano de obra. Por eso, en
este momento hay una recuperación económica, aunque débil, sin una recuperación del empleo. Algo que ha
ocurrido desde la Revolución Industrial. Pero la solución no es detener la tecnología, sino en crear
nuevos mercados.
La solución para Europa y Estados Unidos para su desempleo y relativo estancamiento
económico depende de que los países menos desarrollados crezcan y puedan ser
mercados para otros países y que EEUU y Europa puedan ser más competitivos
mediante desarrollar cadenas productivas con otros socios comerciales.
Para México y para otros muchos, la
negociación tendrá que pasar por demostrarle el beneficio económico de
colaborar con nosotros, y no será fácil. No creo que vayamos a convencerlo con
manifestaciones, insultos, quebrando piñatas de Trump y mentándole la madre. Tampoco
quemando banderas norteamericanas, apedreando su embajada o atacando a Wal-Mart
y Starbucks. Los argumentos de lógica o de apelar a la filantropía no van a
ayudar tampoco. Las amenazas, sobre todo de los países débiles, solo lograrán
enfurecerlo. El único lenguaje que entiende es el de los negocios. ¿Tendrán
nuestros negociadores la capacidad de demostrar con argumentos económicos y de negocios que a los EEUU les convienen
ser nuestros aliados?